viernes, 23 de enero de 2009

CHUSKI, EL GATO REBELDE, por Toñy Bayón



Cuento
Chuski, el gato rebelde

¡Hola! Soy Chuski, un gato grande, muy chulo que vive en un pequeño pueblo perdido en la montaña. He sido un gato rebelde y muy conflictivo, pero ahora que ya soy un poco mayor me estoy haciendo mas formal.

Vivo en un corral en compañía de mi madre, una gata blanca muy bonita pero a la que he tratado muy mal, la he pegado, arañado y no la he dejado comer cuando los humanos nos traían la comida.

También compartimos espacio con un perro, elegante, fuerte y muy ladrador que defiende muy bien la casa.

Cuando yo era pequeño y ya quería separarme de mi madre y quería ser independiente enseguida venía a olerme, yo al principio le tenía miedo pero después pensé: Si me erizo y me enfrento a él, seguro que ya no se acerca a asustarme más; dicho y hecho. Pasaron varios días hasta que un día comprendí que lo que aquel perro grandote y de aspecto fiero quería era jugar conmigo. Ahora somos amigos, hasta dormimos la siesta juntos.

Pero no penséis que vivimos nosotros solos, no, vivimos con humanos, varios humanos, que nos tratan muy bien, yo con la que mejor me lo paso es con una humana pequeña, una niña como dicen ellos, que se llama Andrea.

Y es que Andrea además de jugar conmigo, me rasca la barriga, yo en agradecimiento, acaricio sus piernas con mi rabo.

Como véis una vida muy tranquila. Pero un buen día cuando todavía era pequeño y rebelde, aprendí a saltar bien, salirme del corral y marcharme a la calle.
Cuando la descubrí quedé asombrado. Yo no pensé que había tantas cosas y tantas casas fuera. Lo primero que descubrí fue muchos niños que corrían unos detrás de otros en unos artilugios que tenían ruedas y que llamaban bicicleta y que yo ya había visto a Andrea.

Así que, con mucho cuidado decidí ir a conocer mundo, por cierto…
¡Que grande era!
Había muchos árboles, largas calles, muchas casas y muchos perros que ladraban por todas partes.
De repente descubrí, dos gatos muy grandes, que andaban con gran porte.

Yo pensé: voy a hablar con ellos, para que me orienten por dónde debo ir, que no haya peligros.

Cual no seria mi sorpresa, cuando nada má que me descubren vienen a por mí, ¡vamos, a pegarme! Ya que según ellos estaba en su territorio.

Corrí todo lo que pude y lo que mis patas me dejaron. Corrí hasta la extenuación, porque aquellos dos no eran precisamente amigos.

Salté una tapia como pude y caí sobre algo que era blando, no sabía qué era pero allí me quedé, inmóvil sin hacer ruido, para que no me encontraran.
¡Yo que era tan valiente, que incluso me atrevía a pegar a mi madre, me había convertido de repente en un cobarde!

Cuando creí que ya había pasado el peligro, me moví y ví que había caído sobre un saco blandito y que servía de cama para alguien.

Enseguida lo adiviné, era de una hermosa gata que venía contoneándose y presumiendo de su prole de 3 gatos que regresaban a su casa después de un día de excursión.

Cuando me vieron, se asustaron, sobre todo, los gatitos, pero yo en seguida les tranquilicé y les conté lo que me había pasado.
Entonces la mamá gata me dijo: Quédate con nosotros, aquí en nuestra casa estás a salvo.
¡Esos matones no se atreven a venir aquí!
Además no saben llegar hasta ella.
Puedes quedarte con nosotros todo el tiempo que quieras.
Así lo hice, ¡porque Chuski el valiente no podía dar ni un paso!
Al día siguiente, cuando se hizo de día, me dijo un gatito:
Tenemos que ir a buscar el desayuno.
¿Dónde? Le contesté yo
Mira, vivimos con unos humanos que nos dan mucha comida.
Yo también vivo con humanos y a mí también me la dan.
¿Entonces porque te fuiste?

Me fui por conocer mundo, quería ver lo que había detrás de aquellas cuatro paredes. Pero ahora veo que, a pesar del susto, ha merecido la pena, porque os he conocido, y habéis sido muy buenos conmigo.
Pasaron los días y Chuski, aunque se encontraba muy bien entre sus amigos, se empezaba a acordar de su madre, de Andrea, de Marta, de sus juegos con ellas y lo bien que lo pasaba.

Seguro que se están acordando de mí y están pensando que me pasó algo.

Un día, le dijo su amiga la gata que iban a ir de excursión, hasta otra huerta, porque se pasaba muy bien saltando tapias y corriendo.
A mis hijos les gusta mucho y a ti, seguro que también.
Así que al día siguiente, cuando terminaron de desayunar, se fueron.

Llegaron a un lugar en el que desde lejos vieron cuatro gatos, yo me asusté y no quería continuar, pero mi amiga me dijo:
No tengas miedo, que son mi familia, son mis tíos y primos,
ven vamos a pasar a saludarlos.
Así fue. Una vez que estuvimos un rato con ellos, emprendimos nuestro camino.
Llegamos hasta el río después de pasar por innumerables senderos.
¡Qué bonito era!
Intentamos coger peces, cazar mariposas, correr detrás de los saltamontes, y detrás de algún que otro ratón.
Pero se estaba haciendo tarde y no habíamos comido nada, así que decidimos regresar.
Antes de llegar encontramos una bolsa de basura rota al lado de un contenedor.
Les dije: Voy a ver si encuentro algo para llevarme a la boca, que tengo mucha hambre.
No comas de eso, me dijo mi amiga.
Puede estar mala y te hará daño.
Era tanto el hambre que tenía que no le hice caso y comí.
Llegamos a nuestro destino y ¡ oh sorpresa!
Empecé a sentirme mal. Vomité, vomité, y vomité.
Cada vez estaba peor.

No tenía ganas de nada y pensé: yo qué hago, si sigo así me voy a morir. Después de tres días muy enfermo, decidí regresar a mi casa.
Pensé… No sé si me querrán ya, ¿pero… como mi madre sigue allí?

Me despedí de mis amigos y marché gateando como pude.
Cuando ya estaba llegando, me descubrió Andrea, que estaba jugando.
Marta, Marta. Que vino Chuski, no se perdió.
Ábrele la puerta y que entre.
Pero está enfermo, ¿no le ves?
Empecé a maullar, allí acudieron todos, hasta mi madre.
Me dieron de comer, pero ya no podía abrir la boca, hasta que Marta vino con un poco de leche y una medicina.
Como pude lo tome a pequeños sorbos.
Al rato comencé a sentirme mejor, cada poco me traían más leche, hasta que después de unos días me puse bien.
Ahora estoy completamente recuperado.
De vez en cuando salgo y voy a ver a mis amigos, pero siempre estoy en mi casa, no pego a mi madre, juego con ella.
Me he dado cuenta de que la había echado mucho de menos y que la quería mucho.

No hay comentarios: