viernes, 23 de enero de 2009

LA MIRADA SINCERA EN EL ESPEJO, por Pablo Barrio García


[Autorretrato en espejo esférico, de M. C. Escher. 1935]


LA MIRADA SINCERA EN EL ESPEJO

Me veo en el espejo y no me reconozco. No reconozco la figura que me devuelve aquel vidrio. He de decir que hacía mucho tiempo que no me veía en él, y mucho menos totalmente desnudo. Pero la realidad se impone. No queda apenas nada de aquel hombre que fui no hace tanto tiempo. Mi cabello está ya casi blanco. Mis ojos están más apagados y las bolsas con ojeras nunca las conocí tan marcadas. En el pecho aún se notan las cicatrices de mis operaciones quirúrgicas. Pero donde más noto la miseria del paso del tiempo es viendo mi sexo, más propio de un toro castrado convertido en buey, que el novillo bravo y después toro de mis (ahora lo sé), ya lejanos tiempos. Y mis piernas delgadas y escuálidas completando esta especie de esqueleto en que me estoy convirtiendo.

Pero tras la primera decepción, después de unos momentos llegó la reflexión. Y pensé en mis amigos que, para su desgracia, quedaron en el camino y no se pueden contemplar, como yo lo hago, en el espejo, aunque la imagen que veo no sea la más perfecta. En eso tengo suerte. Estoy vivo.

Y me animo a mí mismo diciéndome que el especto exterior puede ser o parecer decadente, pero que lo que realmente importa es cómo se sienta uno en su interior, y la capacidad que se tenga para asimilar precisamente ese deterioro que el tiempo, implacable, nos depara. He de manifestar sin jactancia, que yo me siento joven de espíritu, y con ánimos para seguir en este mundo, procurando el bien de mi prójimo y el mío propio, hasta que la parca me llame para engrosar sus ejércitos mortuorios. Hasta entonces mi grito de guerra será siempre: ¡VIVA LA VIDA!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ejercicio propuesto: Una mirada en el espejo. Mirarse al espejo.